BEl sistema electoral de Gran Bretaña está funcionando bien y los votantes mantienen altos niveles de confianza en él. Ésa es la buena noticia de un informe de esta semana de la Comisión Electoral independiente sobre las elecciones generales de 2024 en este país. Pero ahora la mala noticia, porque es realmente grave. Si se mira más de cerca, queda claro que las elecciones británicas enfrentan amenazas y desafíos cambiantes ante los cuales nadie debería sentirse complaciente.
Sin duda, la parte más inquietante del informe de la comisión trata del creciente nivel de abuso al que fueron sometidos los candidatos y activistas en el período previo al 4 de julio. La magnitud del problema es asombrosa. Más de la mitad de todos los candidatos que respondieron a las preguntas de la comisión dijeron que enfrentaron acoso, intimidación o abuso durante la campaña. Un tercio dijo que los habían hecho sentir inseguros intencionalmente.
Se trata de cifras notables y hallazgos impactantes. No se les debe desestimar ni denigrar. Por el contrario, presentan un desafío a la estabilidad democrática que debe abordarse constantemente. Después de todo, las elecciones de 2024 fueron un asunto bastante predecible y su resultado estaba razonablemente claro de antemano. Si la contienda hubiera sido al filo de la navaja, el nivel de amenaza podría haber sido mucho mayor y más peligroso, con incluso vidas en riesgo.
Los hallazgos son especialmente impactantes porque, hasta cierto punto, se anticipaban. Este año, a todos los candidatos electorales se les ofreció por adelantado asesoramiento básico sobre seguridad y se les dio un enlace a un contacto policial designado para informar. Se ordenó específicamente a los partidos políticos que mantuvieran los estándares de campaña. A pesar de ello, las elecciones generaron una epidemia de intimidación.
Con diferencia, el lugar más común en el que se producían estos abusos eran las redes sociales. Quizás no haya mucha sorpresa en ello. Pero las redes sociales conectan con el resto del mundo. El problema de la intimidación no se limitaba allí en modo alguno. También estaba en las calles. Casi la mitad de todos los candidatos sufrieron abusos o intimidación cuando llevaron a cabo la actividad electoral más mundana y predigital: el escrutinio puerta a puerta.
Como resultado, casi la mitad de todos los candidatos evitaron el riesgo de tocar puertas, lo que supone dos tercios de todas las candidatas. Los candidatos de minorías étnicas fueron los más propensos a informar de un problema grave. La semana pasada, informamos sobre quejas del Partido Laborista sobre la falta de intervención de la policía después de que la familia de Shabana Mahmood, ahora secretaria de Justicia, enfrentara varias amenazas de este tipo. El sistema está poniendo en riesgo la seguridad de los candidatos.
La intimidación no es el único problema. Es necesario reforzar el voto postal, el voto en el extranjero, los procesos de nominación de candidatos y los sistemas digitales de administración electoral. Los requisitos de identificación de los votantes también siguen causando problemas, aunque la oposición más amplia parece haber disminuido. Pero la intimidación podría ser la forma del futuro si no se previene o se persigue. La conclusión más amplia es que el sistema democrático siempre tiene que estar en alerta permanente. Tiene que poder protegerse contra cualquier intento de perturbarlo o humillarlo. Tácticas como las loterías diarias de millones de dólares de Elon Musk en estados indecisos durante las elecciones estadounidenses muestran que las amenazas cambian constantemente. Nadie puede suponer que tales cosas sean imposibles en Gran Bretaña.
Gran Bretaña debe tomar en serio estas cuestiones. Es verdaderamente tranquilizador que la celebración de las elecciones esté funcionando bien y que el público exprese confianza en el sistema. Todo ello se debe en gran medida a la creación de la comisión encargada de supervisar el proceso. Cuando está en juego una forma de vida, la tarea requiere una vigilancia incesante.
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